© Ronald Castillo Florián
Lo supe después que se fue de mí. Sucedió así sin más ni más un día cualquiera. La noche anterior yo había llegado tarde y muy cansado del trabajo, en el camino estaba renegando porque la maldita combi demoraba deteniéndose en cada paradero, yo no pude contenerme y muchas veces recriminé al conductor, éste para callarme me decía que si estaba apurado me baje y tome un taxi.
Esa noche había llegado a mi casa hecho una furia, estaba tan molesto y cansado que sin mediar nada me dispuse a dormir no sin antes prometerme que al día siguiente mandaría al diablo cualquiera que se atreva a molestarme.
En la mañana, al despertar, estaba esperándome, no sé si toda la noche o acababa de llegar, lo cierto es que estaba delante de mí. Cuando se percató que yo despertaba, raudamente como predestinada se posó en mi cabeza, me dio tanto asco que de un movimiento la espanté, pero ésta al parecer quería estar conmigo que volvió a posarse, una y muchas veces la ahuyenté pero ella terca regresaba, finalmente tuve que dejarla porque se me hacía tarde para ir a trabajar. Todo el camino me acompañó, no me dejaba libre, por momentos la olvidaba y por otros me daba mucha cólera, pero no podía detenerme en cojudecitas pues sabía que tarde o temprano debía abandonarme.
Así estuvo todo el día, terca, libidinosa, maldita, detestable, angurrienta, abusiva, asquerosa. Regresé a casa echando tantos diablos que no tuve ganas de cenar. Me alisté para dormir y ella, por fin, salió de mi cabeza, se puso frente a mí, me miró y se fue. Me quedé pensando el por qué de la visita de aquella mosca, el porqué de su compañía todo el día; y justo antes de dormir lo entendí:
- ¡Lo que pasa –dije sabiamente- es que todo el día estuve pensando cochinadas!
Esa noche había llegado a mi casa hecho una furia, estaba tan molesto y cansado que sin mediar nada me dispuse a dormir no sin antes prometerme que al día siguiente mandaría al diablo cualquiera que se atreva a molestarme.
En la mañana, al despertar, estaba esperándome, no sé si toda la noche o acababa de llegar, lo cierto es que estaba delante de mí. Cuando se percató que yo despertaba, raudamente como predestinada se posó en mi cabeza, me dio tanto asco que de un movimiento la espanté, pero ésta al parecer quería estar conmigo que volvió a posarse, una y muchas veces la ahuyenté pero ella terca regresaba, finalmente tuve que dejarla porque se me hacía tarde para ir a trabajar. Todo el camino me acompañó, no me dejaba libre, por momentos la olvidaba y por otros me daba mucha cólera, pero no podía detenerme en cojudecitas pues sabía que tarde o temprano debía abandonarme.
Así estuvo todo el día, terca, libidinosa, maldita, detestable, angurrienta, abusiva, asquerosa. Regresé a casa echando tantos diablos que no tuve ganas de cenar. Me alisté para dormir y ella, por fin, salió de mi cabeza, se puso frente a mí, me miró y se fue. Me quedé pensando el por qué de la visita de aquella mosca, el porqué de su compañía todo el día; y justo antes de dormir lo entendí:
- ¡Lo que pasa –dije sabiamente- es que todo el día estuve pensando cochinadas!
-Fin-