jueves, 13 de diciembre de 2007

¿Loca?

© Ronald Castillo Florián

Aún lo recuerdo, me había quedado dormido plácidamente en la sala de mi casa. Había acomodado el sillón de tal manera que estaba tan cómoda que parecía mi cama. Eran como las diez de la mañana, estaba a punto de salir y de súbito un sueño tremendo me invadió y sin mediar nada me acosté sin importarme que en ese momento esperaran por mí en el centro de Lima.

Aún lo recuerdo, entre sueño escuchaba a mi madre entrar y salir de la casa, primero para hacer su ininterrumpida limpieza del frontis del hogar para después terminar en la sala. Por suerte mía ella respetaba mi sueño y realizaba su labor sin hacer el mínimo ruido. Luego, al terminar la limpieza se fue al mercado, mientras yo seguía tirado roncando deliciosamente en ese vetusto sillón que conozco desde que era un bebé.

No me importaba nada que María Liz estuviera esperándome en la plaza de armas, habíamos quedado justo al frente del palacio de gobierno con el severo castigo de quien llegase segundo tendría que comprar un helado. No me importaba que justo a esa hora hubiera salido un sol inclemente y que ella estuviera sentada solita en medio de la plaza aguantando el calorón que le enfermaba su piel porque es blanca como la leche. Siempre me había gustado María Liz, primero porque su nombre me parecía exótico, segundo por su extrema delgadez que unido a su cabello negro largo, le daban una combinación de sombrío reflejo que me asustaba y me excitaba al punto de sentirme atraído antes de siquiera haberla conocido. María Liz estudió filosofía y se cree poeta, yo estudié literatura y juntos hacíamos de las más terribles opiniones un coloquio tan ameno que terminábamos hasta mentándonos la madre con tal placer que acabábamos extasiados por tremendo dialogo. María Liz también tenía una manía al igual que yo, nunca llegábamos tarde, pero aquel día, un sueño abismal me había capturado olvidándome por completo que ella me esperaba sentadita en la plaza de armas, muriendo de calor, esperando su helado y maltratando su piel.

La cita había sido pactada para las once de la mañana, yo desperté a las doce y media o mejor dicho mi madre me despertó preguntándome si quería almorzar. Cuando abrí los ojos no recordaba nada, me senté somnoliento bostezando y refregándome los ojos, entonces la imagen de María Liz me invadió el cerebro adormeciéndolo de miedo que grité su nombre al tiempo que me alistaba para ir a su encuentro. Entonces sucedió, sonó mi celular, presuroso lo contesté y no había nadie al otro lado, grite y grité y nadie me contestaba. Seguí apresurando mis cosas para salir volando y volvió a sonar el celular, esta vez en la pantalla salía el nombre de BEBITA –apelativo que había puesto a María Liz para saber cuando ella me llamaba- pero nuevamente nadie contestaba, ya pues María Liz dime algo, le suplicaba, y el silencio seguía en el otro lado hasta que me colgaron. Salí presuroso de mi casa y mi mamá intrigada me preguntó para donde iba y no tuve tiempo ni para responderle. En el camino mi celular volvió a timbrar pero ella no me contestaba yo como sabía que me escuchaba le pedía perdón por mi falta y le rogaba que me espere. Así me tuvo todo el camino, me llamaba y no contestaba y yo seguía rogándole su perdón y esbozando disculpas de todo tipo. Llegué media hora después, fui corriendo a la plaza de armas, no sin antes comprar un helado súper especial a modo de paga por mi error, cuando llegué a la plaza encontré un montón de gente al frente del palacio de gobierno, todos conversaban y renegaban, no entendí que sucedía pero me acerqué pues estaban en la banca acostumbrada donde María Liz y yo nos esperábamos.

Tanta gente me intrigaba, me metí por en medio y ahí estaba María Liz, hablando fuerte, anunciando no sé que cosa pero llamando la atención del público, me miró, me saludó tímidamente e interrumpió su discurso, la gente al ver que ella no decía nada se dispersó, entonces le pregunté qué es lo que estaba sucediendo mientras le entregaba su helado, y ella me respondió que no lo entendería. Quise respetar su silencio pero la intriga ya estaba sembrada en mi mente.
Entonces le increpé el por qué me timbraba al celular y no contestaba y me volvió a decir que tampoco lo entendería. No supe si molestarme o seguir respetando su silencio, pero ella al notar mi tristeza me dijo:

- ¿Sabes porque no te quiero decir lo que estaba sucediendo?
- ¡no, no lo sé! –dije triste esperando me contara-
- Porque esperar me jode la cabeza y tenía de alguna forma hacer algo mientras tú llegabas.
- ¿Qué? –pregunté extrañado-
- Por eso mismo digo que no lo entenderías.



-Fin-

4 comentarios:

Anónimo dijo...

María Liz esta wena.... existe?

Anónimo dijo...

esta looooca

Anónimo dijo...

recontra loca oieee estaba rica?

Anónimo dijo...

firme que esa loca esta buena...