viernes, 7 de marzo de 2008

EL ESCRITOR

© Ronald Castillo Florián
Rocío:

Antes de salir a nuestra cita me llamaron por teléfono, no sé quien era, pero una voz tétrica me informaba de tus aventuras nocturnas donde yo no participaba. Tal vez resulte extraño que alguien sin nombre se atreva a describirte como si te conociera. Aquella voz solo hablaba y hablaba y no preguntaba nada sabiendo que yo le prestaba atención y la verdad en ningún momento se me ocurrió colgarle.
Sé que no soy nadie para juzgarte ni reprocharte nada, siempre haz vivido alejada de mí, y cuando nos encontramos es solo para comentarte de las clases que tuvimos en la universidad o para darte mis tareas. Hoy no es la excepción, tengo la obligación, y lo digo así sin más ni más, de entregarte el trabajo final que presentaremos mañana. No sé por qué aquel sujeto me llamó para informarme de tus amantes y de tus encaprichadas formas de hacer el amor. Rocío, no me tomes a mal, a pesar de solo ser tu juguete cognitivo, aquellas palabras me han herido profundamente, he sentido el corazón desgarrado pues siempre pensé que eras una muchacha triste, medio bohemia, pero amante de la soledad como yo. Hoy, y el tipo fue tan detallista, he confirmado lo que muchos me dijeron, solo me usas para tu conveniencia y eso no me parece justo. Aquella voz después de informarme todo con lujos de detalle me dijo: “ahora mierda no vayas a llorar” como sabiendo de mi facilidad para el llanto. Pues, fíjate Rocío que no he llorado solo me he tirado de los cabellos alucinando todo lo que me han comentado.

Te envío el trabajo terminado con mi hermano. Yo me he quedado aquí escribiendo una novela con tu nombre y unos versos con tu cuerpo, no tengo más que hacer… solo enarbolarte más alto porque aún existes en mi imaginación. Amén.