jueves, 4 de junio de 2009

IN MEMORIAN DE ERICKA

"Este cuento fue galardonado como finalista en el certamen literario Hellin-in-film del ayuntamiento de Hellin - España, 2008"

© Ronald Castillo Florián


Estuve tendido todo el día en la cama. El recuerdo de Ericka no me quería abandonar, mi cerebro estaba lleno de sus encantos, gestos y malas actitudes. Todo el ambiente me sabía a ella, mi paladar parecía reclamármela. Mi vida se centraba en ella. Ese día estuve así, como un paria en mi cama, alucinando momentos gratos que nunca viví, imaginando que ella estaba a mi lado. Lo confieso, no pude evitar masturbarme con su imagen.

Conocí a Ericka una tarde al salir del cine, ese día estrenaban una película de terror “quién se come a la muerte” fue salvaje y animalesca, mounstros saliendo de la nada y descerebrando a cuanta persona se le atraviese. A la salida, entre apretones de emoción y miedo, se me cruzó Ericka, un ángel salido de un cuento, una diosa primaveral que el mundo no conocía, una reina que se encargó de gobernar mi vida.

Nunca supe cómo, pero aparecí dialogando con ella y coordinando un próximo encuentro, recuerdo que para esa ocasión estrené ropa nueva. Desde el primer momento que dialogué con ella, parecía que nos conocíamos desde antes, mejor dicho parecía que ella me conocía desde antes, eso me sorprendía al tiempo que me dejaba emocionado: una hermosa diosa que me conoce, sin duda ella es para mí, me dije muchas veces.

Era verdad, Ericka sabía de mis debilidades y miedos, de mi personalidad y mi afecto, no había secretos con ella, porque simplemente ella era mi dueña. Lo curioso de nuestra relación es que nunca estuve con Ericka, ella sabía más de mí que yo mismo, pero nunca fuimos enamorados, yo entendía que la relación entre ambos era de maestra-discípulo y que un discípulo jamás se mete con la maestra, aunque en el fondo, en mi secreto, estaba enamorado de ella, y eso, ella también lo sabía.

Ericka me hablaba de cosas que nunca entendí, de secretos en la noche, de realidades paralelas, de seres incorpóreos que se hacen realidad con el simple contacto, yo poco a poco me fui convenciendo que todo eso era verdad. Una tarde, después de mi entrenamiento y con miles de argumentos lógicos me pidió un cerebro humano, yo por supuesto asombrado le dije que eso no podía tener, ¿un cerebro humano? le dije, eso no se puede; ella me miro desconcertada, abrió el ojo izquierdo, se tomó el cabello y me dijo: sí se puede, claro que sí se puede. Entonces me tomó de la mano y me llevó a la calle. En el trayecto de no sé a donde me explicó que yo no hiciera nada, que cuando ella me lo indique recién actuaría, me pareció extraño su pedido pero gustoso accedí, ya que a una maestra no se le cuestiona su saber.
Ciertamente, esa noche, estuve oculto entre unos matorrales, esperando la famosa señal, de lejos observaba a Ericka y me resultaba mucho más hermosa que de costumbre, ese pantalón jeans color negro que le ceñía su hermoso cuerpo, acompañado de su blusa roja me dejaban tan excitado que no pude evitar una erección. Estuve ahí unos minutos, Ericka hablaba con alguien por el celular, cuando colgó, volteo donde yo estaba y con la mano me dijo que esperara.

Un tipo se apareció entonces, ella lo abrazó y lo empezó a besar, le dijo algo que no logré entender qué era, y comenzaron a caminar con dirección al bosque, ella me hizo unas señas para que la siguiese y yo como perrito fiel estuve detrás de ellos. Cuando llegué al lugar, Ericka y el tipo estaban tendidos en el pasto, el tenía los ojos cerrados y suspiraba de emoción, ella le estaba haciendo una felatio, me quedé sorprendido por la escena, fue entonces que ella con la mirada me señalo una roca, y me pidió acercarme, entonces lo entendí, tenía que golpear al tipo ese. Confieso que no dudé en hacerlo, ya que los celos y la cólera me invadían, fui corriendo y de un certero golpe, maté al sujeto. Ericka se levantó, se limpio la boca me dio un beso y me dijo: muy bien, así se hace, ya vez que sí se puede; volvió a sacar el celular, logré escuchar que le decía a alguien: ya tengo otro, apúrate que no tengo mucho tiempo, y ya sabes lo que me toca. Al colgar me tomó de las manos y me llevó a su casa. En el camino le dije que por qué hicimos eso, por diversión me dijo; ¿por diversión?, le increpé, sí por diversión me volvió a decir, pero si yo no me divertí, pero yo sí me contestó. Bueno, no te amaricones y lo que hicimos hecho está, y vamos que estoy esperando algo.

Estuvimos en su casa alrededor de diez minutos, ella me sirvió una copa vino, un vino muy dulce que casi me hace vomitar. Cuando de pronto tocaron el timbre, serían como las doce de la noche, era un sujeto gordo, alto, pelado y de voz aguarrientosa. Ericka lo saludó como si lo conociera de siempre y éste le entregó un paquete, yo solo observaba y el sujeto me quedó mirando, Ericka le dijo algo que no entendí y él se retiró. Ella me llevó a su habitación, yo subía en silencio pues no entendía aún que sucedería, entramos a su cuarto, encendió su lámpara y una luz roja invadió el ambiente, tomó una tela roja, la puso en medio de la cama y me pidió que me sentara con ella. Luego sacó el paquete lo abrió y ahí estaba lo que me había pedido, un cerebro fresco de humano, me dio asco, me dio miedo, no sabía qué hacer, Ericka entendió mi pavor, me tomó de la mano diciéndome no temas tonto, no temas. Estuve en silencio contemplando aquel cerebro fresco, estaba ahí, y antes estuvo en el tipo que maté, de pronto Ericka sacó una vela negra, la encendió al tiempo que recitaba unos versos que no entendía, colocó la vela en medio del cerebro y luego me pidió mi mano, tembloroso se lo di y ella en un acto certero me cortó el dedo, empecé a sangrar, no entendía qué pasaba, derramó mi sangre en el cerebro, volvió a prorrumpir palabras que no entendía y después de un silencio la vela se apagó, miré la ventana y ésta estaba cerrada, aquel espectáculo me causó mucho miedo, ella nuevamente me tomó de la mano y me volvió a decir que no tuviera miedo, luego chupó mi dedo herido y me dijo: ahora sí, ahora sí ya eres mío.

Estuve con Ericka unos tres años, tiempo de experiencias terribles y agradables, cometí miles de asesinatos, y en cada ocasión era un pedido diferente. Ya me había acostumbrado a hacer lo que hacía, no me inmutaba a la hora de actuar e incluso muchas veces lo hice solo, sin ayuda de ella, pero siempre el tipo gordo de voz aguarrientosa se encargaba de llevar el pedido de Ericka, yo solo mataba.

Una vez, decidí actuar por mi cuenta, saber qué es lo que experimentaba Ericka con esa experiencia, así que salí en busca de una víctima pero no pude hallarla. Quería matar a una mujer, pero con cada una que me cruzaba me parecían que no merecían tal suerte, entonces llamé a Ericka.

Ella llegó a la cita, fue en el mismo lugar donde maté por primera vez, ella estaba parada frente a mí y me hizo recordar aquel día. Conversamos miles de cosas que no recuerdo, el tiempo pasaba rápido y ya era hora de irnos, entonces como despedida la abracé fuertemente, ella no se extrañó porque estaba acostumbrada a mis repentinas muestras de cariño, disimuladamente saqué un cuchillo y la apuñalé, fue un golpe certero al pulmón, ella se desplomó, la tomé en mis brazos y le pedí perdón. No tuvo tiempo para decirme nada, porque la muerte se la llevó inmediatamente. Llevé su cuerpo a mi casa, la despedacé, guardé sus resto en mi refrigerador y de a pocos me la fui comiendo, guardando el corazón para el final.

Ahora, tendido en mi cama, recordando a Ericka y evocando su dulce sabor, me he dado cuenta que no puedo vivir sin ella, lo peor de todo es que ya se me está terminando, así que he decidido gozarla hoy por última vez, disfrutando su corazón y homenajearla en estas líneas porque mañana tendré que buscar su reemplazo.



- Fin-