miércoles, 24 de junio de 2009

COME HOMBRES

© Ronald Castillo Florián


Desde que llegó al pueblo siempre fue la envidia de las mujeres. No había ninguna fémina que la mirara con desdén y resentimiento. No faltaron las criticas, las habladurías y el raje asqueroso, pues ya había pasado por boca de todas que la “nueva” era una tremenda puta.

El rumor comenzó a los tres meses después de su llegada, para los hombres era imposible no verla, siempre vestía faldas muy cortas, polos ajustados a punto de reventar que imposibilitaba no voltear la vista que sumado a sus caderas prominentes era la delicia y tentación de los hombres. Por eso entre las damas del lugar comenzó a circular que ella se había acostado con casi todos los hombres del pueblo y lo peor de todo es que los deja tan satisfechos que éstos no quieren nada con nosotras, tremenda perra que sabe tirarse a los hombres, dijo una vez Gloria en su típica tertulia vecinal.

Todas vivían al pendiente de ella, nadie le dirigía la palabra: es una calzón flojo, una poto caliente, una aventurera... pero eso le importaba un comino porque al fin de cuentas ella no vivía de esas señoras . Algunos hombres que escucharon el rumor quisieron sacar provecho de la calumnia, tocaron varias veces su puerta solicitándole su servicio siendo correspondidos con sendos baldazos de agua que los enfriaba de inmediato de la calentura. A lo mejor –se dijo una vez mirándose al espejo- yo tengo la culpa por vestirme así.

Ya no le importaba lo que dijeran todas, ella estaba segura de su vida, de su actuar y ninguna vieja chancletuda le haría sentir mal.

Una noche, en casa de Camucha, se reunieron la más respetadas señoras de lugar; dirigía la reunión Gloria, dueña de la tienda del barrio, excelente en saber e informar la vida de los otros y la más empeñada en botarla, Marina, amiga íntima de Gloría y Camucha que hacía de propagadora de los chismes aumentando a su gusto cada informe: tú deberías escribir una novela le dijeron muchas veces sus amigas, deberías escribir porque hablas cada huevadaaaaaa... y se mataban de la risa. En la reunión discutieron sobre moral, buen comportamiento y vida virtuosa, todas estaban convencidas de que la puta debía ser botada, ignorada y si es posible quemada por su vida de pecado. A manera de pacto ético decidieron perseguirla, y encontrarla infraganti y una ves con las manos en la masa o en sus maridos denunciarla públicamente, llenarla de vergüenza, cagarla, embarrarla en su misma mierda y luego arrojarla como basura al río. Todas fueron conminadas por Gloria a cumplir el objetivo: BOTAR A ESA PERRA DEL LUGAR.

Todas fiel a su mandato hicieron denodados intentos en pescarla haciendo sus cochinadas, pero ninguna tenía suerte, a una semana de perseguirla, cada una llegaba a la tienda a dar su informe: ¿y? –preguntaba Gloria- ¿pescaste a la puta esa?; nada, no he visto nada decían; es que la zorra sabe hacer sus cochinadas, y creo que lo hace con mi marido porque ese pendejo ya ni me toca.

Pasó un mes y nadie la descubría, ni Gloria que había mandado a sus más expertos chacales para seducirla y tirarsela, pero no... no caía en las redes de la moral.

Todas las señoras estaban convencidas de que ella era una puta, puta por todos los costados, puta desde nacimiento, puta hasta la muerte, una puta puta y reputa que no alcanzaba tiempo de condenarla.

A Gloria le hervía la sangre, le quemaba los ojos, le dolía la cabeza, vivía desesperada, y peor aún le entraba una colerina atroz cuando ella pasaba por su tienda, toda bella, con un jeans que le dibujaba toda la silueta, un polo de tentación, con una sonrisa que brillaba como el sol; zorra desgraciada, seguro te vas a reunir con tus amantes, se decía con tanta furia que terminaba sangrándose los labios de tanto mordérselo.

Las doñas volvieron a reunirse, esta vez para elaborar otro plan, porque el anterior no daba resultado, la primera pregunta era: y cómo están sus maridos, como han estado en estos días y ellas decían sin problemas, que todas habían sido cumplidas en el lecho y Gloria se quedaba extrañada, cavilando respuesta, hasta que dio con la suya: Lo que pasa, es que esa calzón flojo está con mi marido, porque él llega todos los días y ni siquiera me toca. Entonces Marina pidió la palabra: y que tal si seguimos a tu marido, a lo mejor, tienen un lugar secreto y derrepente es él quien nos lleva a su escondite. Gloria se quedó pensando en la proposición y no le pareció mal y la aceptó, pero antes: recuerden chicas, que mi marido no tiene la culpa de nada, es esa ramera que lo engatusa, cuando los descubramos, atrapemos a ella y liberemos a mi pobre esposo de sus garras, porque lo que le pasa a él le puede pasar a sus esposos...

Así quedaron, ya no la perseguían, y comenzaron a espiar al marido de Gloria, pasaron tres días y ni señales de infidelidad, hasta que un tarde, éste le dijo que iría a reunirse con un compañero de escuela, un viejo amigo que no veía años y que venía a proponerle un nuevo trabajo, ella no mostró molestia alguna y sin increparle con las preguntas de siempre le dijo que estaba bien, que no se preocupe, que vaya nomás. Él salió sorprendido por la parsimonia de su mujer, pero no le importo, a lo mejor ya se volvió loca esta cojuda se dijo. Ni bien salió de su casa Gloria llamó a Marina y a Camucha para que lo siguieran, cada una en un punto estratégico, la consigna fue, cuando sepamos que están los dos juntos dejar a Gloria el play de honor en denunciarla ya que era ella la agraviada.

Efectivamente, el esposo de Gloria se dirigió a un viejo hostal afuera de la ciudad, parecía que ya lo conocían porque el dueño lo saludó con amabilidad y le permitió pasar sin más ni más. Ellas llegaron al lugar, amenazaron al dueño y le arrebataron la llave del cuarto. Gloria, furibunda, subió hasta el cuarto donde estaban los amantes, pero ella solo quería sacarle los ojos a esa maldita puta por come hombres. Llegaron las tres a la habitación, Gloria introdujo la llave muy despacio, y sigilosamente abrieron la puerta. El cuadro era insólito, aterrador, asqueroso, para morirse, no lo podían creer, las demás vecinas se horrorizaron tanto que salieron despavoridas. Gloria no sabía qué hacer, no sabía qué decir, no sabía si morirse ahí mismo y morirse después, entonces cerró la puerta despacio y se fue del lugar.

Afuera, estaban sus amigas en su típico arrebato de chisme, cuando vieron salir a Gloria se callaron y esperaron que fuera ella quien dijese algo, pero nada, en todo el camino estuvo callada, en silencio total, pensativa, hasta que Camucha fiel a su estilo preguntó: ¿Gloria tu marido es maricón?, no sé Camucha no lo sé –dijo ella desorientada – lo único que sé es que otro hombre se lo estaba comiendo, y no sé si eso es ser maricón, pero vamos rápido que a lo mejor la puta se esta comiendo a uno de sus esposos.


- fin -