lunes, 2 de noviembre de 2009

DESPERTAR

©Ronald Castillo Florián


Mi madre me dijo que si subía a esa habitación tendría tanto miedo que no volvería a dormir jamás pues quería protegerme de todos sus temores experimentados hasta ese momento de su vida.

Desde los tres hasta los doce años crecí imaginándome quiméricas ilusiones entorno al lugar censurado y no me desprendía de ese terrible miedo a lo prohibido. Miedo que no solo me causaba pánico sino una incertidumbre descomunal que me hacía reo de fantasías belicosas que en sueños me rondaba la imaginación, ya era tanta la obsesión por saber qué temor encerraba aquel “bendito espacio” que poco a poco fui procurando una idea para violentar aquel secreto y así develar lo que mi madre me ocultaba.

Muchas veces, con esos nervios de acero que no tengo pero que no sabía de donde me salían, llegué hasta la puerta de la habitación, dubitativo y frente al miedo a lo desconocido bajaba corriendo asustado y sonriendo por tal travesura:
- ¡Algún día lo lograré! -me decía orgulloso-.

A los doce años y algunos meses ya había tomado la resolución, recuerdo haberme inventado miles de estratagemas, descarté e ignoré unos, sufrí y valoré otros, hasta que por fin después de muchos intentos racionales lo decidí: entraría al cuarto prohibido así sea lo último que haga.

Recuerdo bien, lo planié todo dos semanas antes, aunque en verdad no había nada que planear pues sólo era cuestión de abrir la puerta y ver qué misterios encerraba ese lugar.

Siempre estaban presentes las palabras de mi madre en mi cabeza:
- ¡El día que entres a ese lugar te encontrarás contigo mismo y tendrás mucho miedo! -no sabía a qué se refería al decirlo pero ya estaba con la duda de saber porqué me decía semejante argumento-.

Un día que me sentí con las fuerzas suficientes de enfrentar ese temor, decidí que era el mejor momento para hacerlo. Me preparé muy bien para esa aventura, subí las gradas de a poco, sudando, respirando y tosiendo por los nervios, me paré en frente de aquella habitación, respiré hondo -a pesar de no sentir el aire- abrí la puerta y …………………………………..…….. de aquel lugar salía una luz indescriptible.

Ya con la puerta abierta y al no ver nada en el interior me quedé perplejo, preguntándome si a eso se refería mi madre con aquella prohibición, entonces sucedió algo extraño, vi muchas personas pasar, objetos que no había visto antes, animales extraños-grotescos y uno que otro ser abominable que ignoraba de su existencia; hasta que… a lo lejos divisé una silueta que creí conocer, se fue acercando y la reconocí: era mi madre que se apresuraba en mi procura, no podía creer que mi madre estuviera ahí, no lo podía creer y ello me generaba temor. Se fue acercando raudamente esquivando seres nunca antes visto, mientras lo hacía yo cerraba los ojos imaginando que uno de éstos le harían daño, mientras tanto la miraba boquiabierto, asustado, sin entender nada… ya a mi lado, me tomó fuertemente de la mano clavándome sus ojos vehementes y me dijo:

- ¡Hasta que por fin decidiste conocer la calle hijo, ven vamos a caminar!



-Fin-