lunes, 24 de septiembre de 2007

AQUELLA MUJER, AQUELLA MISTERIOSA MUJER

© Ronald Castillo Florián

Ahí estaba ella, me parecía conocerla de algún sitio, yo sentía esa extraña sensación que se tiene cuando crees reconocer a alguien y no sabes quién es, ese sentimiento que te pasa por la cabeza cuando vez a una persona que creíste ver antes pero que no logras reconocer. Ahí estaba ella sentada en el parque, y yo a cinco metros observándola, tratando de sacar del baúl de mis recuerdos su imagen. Ahí estaba ella casi llorando, triste, mirando un horizonte que en realidad no miraba, y yo a cinco metros preguntándome: de dónde la conozco.

Me quedé un buen rato mirándola, ella parecía no notar mi presencia, es más ella parecía no estar en este mundo, sus ojos miraban un punto fijo que la hipnotizaba, que la abstraía y del cual parecía no querer salir. Yo por mi parte, hacía esfuerzos para saber quién era, pero mi mente era tan débil que ningún vestigio de conocimiento me daba. Quise darme media vuelta, seguir mi camino, quise alejarme porque tal vez había sido una especie de casualidad, tal vez en realidad no la conocía y tendría algún parecido con alguien que conozco y por ello la confusión. Ella inmutable, seguía observando al horizonte, parecía una estatua humana, parecía un muñeco sin vida que se quedó sentado a la espera de que alguien le dé movimiento, entonces me decidí, tendría que acercarme de una vez por todas para saber si la conozco o simplemente me equivoqué. No tenía nada que perder, si no llegaba a reconocerla me retiraría con una disculpa, seguiría mi camino y me iría sonriendo por lo tonto y la mala pasada que me hizo mi mente.

Ahí parado, mirándola, tratando de imaginar algún dialogo di el primer paso, fue el paso más largo de mi vida, fue el más extraño y pesado, era un sufrimiento acercármele, era una fuerza extraña que me impedía avanzar, pero no me inmutaba, tengo que avanzar me decía, tengo que avanzar para saber quién es esa mujer que creo reconocer. Al principio pensé que era parte del nerviosismo, pensé que era mi incapacidad estúpida que siempre me gobierna, pensé que era parte de mi timidez que me hacía sentir miedo de estar a su lado, pero ya estaba decidido, ya estaba animado, ya estaba con ánimos y nada ni nadie me harían cambiar esa decisión importante.
Ella sólo miraba al horizonte, concentrada en su pensamiento, concentrada en su vida sin importarle nadie más, sin importarle que a cinco metros hubiera un tonto que estaba dispuesto a jugarse la vida con tal de saber quién era, con tal de saber si la había visto en algún lado.

El segundo paso fue más difícil aún, fue doloroso, trágico, devastador, sentía que cada esfuerzo que hacía me arrancaba las entrañas, sentía que en cada intensión tenía menos aire, pero ya estaba decidido y no volvería atrás.

A pesar del sufrimiento, y de las lágrimas me propuse no detenerme, estaba tan cerca, tan lejos, que no me rendiría, sentía como si mis piernas fueran dos muros de concreto, sentía como si mis piernas fuesen dos pesadas rocas ancladas al suelo y que ésta no estaba dispuesta a soltar, sentía que se me iba la vida en cada paso pero estaba listo para ofrecerla con tal de verla de cerca y así resolver ese misterio de quién es ella. Ya para el quinto paso una extraña sensación me empezó a invadir, un sudor frío, inefable, caluroso, angustioso, me empezó a abordar el cuerpo, una sensación que me decía: date vuelta, regresa, no avances más, te costará la vida llegar a ella; pero si ya estoy a un paso, pero si ya estoy tan cerca, y lo decidí ahí mismo, aunque me juegue la vida, aunque muriera en el intento, ese día, a esa hora, en ese lugar resolvería el misterio de esa extraña mujer sentada en el parque que mira al horizonte y que no se percata que muero por reconocerla.

Hasta que finalmente, con mucho esfuerzo, casi muriendo, agonizando, desangrándome pero con alegría de haberlo logrado llegué a su costado, me senté a su lado, pero ella seguía inmutable, seguía concentrada en su pensamiento, no sé dio cuenta que yo estaba sentado a su lado, observándola, mirándola, atrapándola, sufriéndola, recordándola… me quedé así, hasta que decidí hablarle, me atreví a romper su concentración, violenté su silencio, tal vez no me lo perdonase, tal vez , tal vez, tal vez, mi vida siempre había sido eso, puros tal vez, malditos tal vez que me impiden tomar decisiones, estúpidos tal vez que me frenan y me cagan la vida, tontos tal vez que al igual que mi vida se bifurca al no saber qué hacer, porque esos tal vez siempre estaban cerca de mí, en mis labios, en mi lengua, en mi cabeza. Hola, le dije nervioso, creo que te conozco; entonces ella, pareció salir de su trance, me había escuchado, la había interrumpido, volteó para verme y en el instante que lo hacía, la reconocí, era aquella mujer que desde hace siete años me roba el pensamiento, aquella mujer que desde hace siete años mi corazón solo late por verla, aquella mujer que desde hace siete años suspiro y por culpa suya mi vida no tiene sentido. Volteó a mirarme, yo me quedé asombrado, no dije nada, cerré los ojos dos segundos y cuando los abrí, ya no estaba, había desaparecido, se había hecho humo. Sorprendido por esa experiencia me levanté y seguí mi camino, pensando qué había pasado, por qué se había ido, entonces lo entendí, era su recuerdo el que me visitaba, era su recuerdo que no se había querido borrar de mí.


-FIN –

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien... aveces nos pasa q sentimos q conocemos a alguien, pero en tu relato es solo la imaginación bien......

Anónimo dijo...

esa mujer misteriosa nunca existio, o sí?

Anónimo dijo...

me pregunto que tan buena estaba esa jerma...